Un mundo por descubrir (segunda parte)
Muy entristecida
por tan corta vida,
decidí disfrutar
de lo que me quedaba de día.
Pero cuando llegó
el momento de aterrizar,
a la cabeza de un niño fui a parar.
Salió del agua y sin saberlo
a la arena me tiró.
Y el viento otra vez
de mi se apoderó.
Mientras flotando estaba,
Con rimas divertidas, reflexivas y entretenidas, transmito lo que soy a través de la poesía. Si tienes enfado o depresión, El Blog de Sheila te anima un montón.
jueves, 12 de marzo de 2015
martes, 3 de marzo de 2015
Un mundo por descubrir (primera parte)
Un mundo por descubrir (primera parte)
Nací en una estantería,
en una casa a dos calles de una ría.
En un viejo mueble nací,
crecí y crecí.
Era una casa antigua
desde hace tiempo abandonada,
nunca se oía ni se hacía nada.
Pero llegó un día en que eso cambió,
porque de repente... ¡Alguien entró!
Dos hombres entraron,
y a casi todas de allí nos desterraron.
A todas las motas de polvo
que estábamos tan tranquilas,
nos echaron de allí en seguida.
Yo resistí, y me pregunté
por qué no dejaban nada a sus alrededores.
Entonces me enteré,
que eran vendedores.
Se disponían a el piso vender
y por eso empezaban a recoger.
Yo me negué a irme unos días,
porque si me marchaba.
¿qué pasaría?
Prefería quedarme
con lo que ya conocía.
No era gran cosa,
pero al menos no me arriesgaría.
Pero daba igual lo que yo pensara,
porque un día llegó el plumero,
el que todo lo arrasaba.
Me empujó a la ventana
de mala manera,
obligándome a empezar
una vida nueva.
Nací en una estantería,
en una casa a dos calles de una ría.
En un viejo mueble nací,
crecí y crecí.
Era una casa antigua
desde hace tiempo abandonada,
nunca se oía ni se hacía nada.
Pero llegó un día en que eso cambió,
porque de repente... ¡Alguien entró!
Dos hombres entraron,
y a casi todas de allí nos desterraron.
A todas las motas de polvo
que estábamos tan tranquilas,
nos echaron de allí en seguida.
Yo resistí, y me pregunté
por qué no dejaban nada a sus alrededores.
Entonces me enteré,
que eran vendedores.
Se disponían a el piso vender
y por eso empezaban a recoger.
Yo me negué a irme unos días,
porque si me marchaba.
¿qué pasaría?
Prefería quedarme
con lo que ya conocía.
No era gran cosa,
pero al menos no me arriesgaría.
Pero daba igual lo que yo pensara,
porque un día llegó el plumero,
el que todo lo arrasaba.
Me empujó a la ventana
de mala manera,
obligándome a empezar
una vida nueva.
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