Muy entristecida
por tan corta vida,
decidí disfrutar
de lo que me quedaba de día.
Pero cuando llegó
el momento de aterrizar,
a la cabeza de un niño fui a parar.
Salió del agua y sin saberlo
a la arena me tiró.
Y el viento otra vez
de mi se apoderó.
Mientras flotando estaba,
me acordé de mi antigua casa:
-¿Debería volver...?
¿Pero allí qué voy a hacer?
Decidí no volver, me relajé y disfruté.
Segunda parada: El campo
El viento me arrastró
hacia una manta muy colorida,
que para ser una manta
demasiado se movía.
Al poco de acercarme,
vi muchísimas de flores
que empezaban a acariciarme.
Pensé en lo bonito que era aquel lugar.
La brisa suave del viento,
el calor de la luz solar.
Y los pétalos de violetas y margaritas,
que me hacían sentir "relax".
Era una sensación de libertad,
que nunca antes había podido experimentar.
Disfruté de cada segundo
como no lo había hecho jamás.
Hasta que el viento se hizo más fuerte
y me subió cada vez más.
Tercera y última parada: La montaña
Llegué a ver una montaña,
llena de árboles y alguna que otra cabra.
Así que me acurruqué entre su calentito pelaje
y disfruté del viaje.
Me acordé de cuando en la casa vivía,
me sentía sola, encerrada y aburrida.
En cambio ahora disfrutando,
de cada segundo que va pasando.
Esa experiencia me enseñó,
que la vida es continuamente así.
Probar y descubrir.
Desde aquel día,
en la montaña viví.
Probando, descubriendo, y sobretodo...
siendo feliz.
Fin
Poesía escrita por Sheila Ozuo-omen